30/3/09

En la calle Cruz, la historia de un bangladeshí por el precio de una rosa

Nunca sabes en qué momento puedes encontrar una historia digna de ser contada. Tras haber disfrutado de una noche de juerga con inmejorable compañía, a las 7.30 de la mañana de ayer, mientras salíamos de un pub de la calle Cruz, cercano a la Plaza de Canalejas, topamos con Arif, un bangladeshí que ronda los cincuenta años, que a diferencia de nosotros estaba trabajando con su negocio a cuestas en una labor que no entiende de horarios: la venta ambulante de rosas y llamativos productos inservibles.
Lo que para muchos implica un fin de semana dista mucho del significado que tiene para Arif, que saca sus mayores ingresos en estos dos días.
A cambio de dos euros, este entrañable asiático, nos concedió mucho más que una rosa... su historia.



Arif aguarda al acecho en la calle. Espera ansiosamente a la multitud de jóvenes que salen en bandada de los locales de ocio nocturno de la zona -que no le dejan pasar al interior- tras llegar su hora de cierre. Es en ese momento cuando sus ventas sufren su punto álgido, así que su principal misión es interceptar al mayor número de compradores a través de su singular simpatía. Adornado como un muñeco de feria ofrece a su potencial clientela, en su mayoría embriagados, los productos que cuelgan por sus extremidades: rosas, gafas luminosas o pegatinas con luces intermitentes, al fin y al cabo inútiles, pero le sirven para pagar los 100 euros que le exigen por una cama en un piso de la ciudad, donde convive con diez personas más. "Compro cada rosa a un euro y las vendo por dos. Dependiendo del día me suelo sacar entre los 20 ó 30 euros", cuenta el asiático, que asegura que envía a su mujer, al menos, otros 100 euros mensuales.

Sin embargo, la crisis también le está pasando factura, según explica con su peculiar inglés, pues la gente se gasta menos dinero en sus fútiles productos. Por supuesto es ilegal y "el hecho de no tener papeles conlleva a que las empresas españolas no me den trabajo", apunta el inmigrante. Un obstáculo más para cumplir sus sueños, a los que se aferra como bastión donde apoyarse para hacer más llevadero su día a día en la capital: obtener los papeles para desempeñar en España las labores que ejercía en su lugar de origen, Bangladesh, y, a su vez, traer a su mujer consigo.

En este estado del sur de Asia era instalador de ascensores y escaleras mecánicas, pero le echaron. Inminente, vino a Madrid, donde lleva casi dos años dedicándose a la venta ambulante. "Mi principal proyecto es estar en España; es el mejor país del mundo", declara Arif con una gran sonrisa, empañada por el tono negruzco de sus dientes. "Si para ello he de vender rosas, lo haré, pero está claro que quiero conseguir algo mejor para tener un salario que me permita vivir junto a mi mujer como cualquier ciudadano medio".

Arif, como los 81.900 inmigrantes parados que se han registrado en el último mes en la capital, ha fracasado, por el momento, en su anhelo de encontrar calidad de vida.
Gandhi dijo "mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados, pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear". A todos aquellos luchadores que quieren pelear en la gran capital, buena suerte.

22/3/09

En cualquier calle, la penuria y el despotismo conviven en la capital

Mientras el pasado 27 de febrero se aprobaba la nueva Ordenanza de Limpieza y Gestión de Residuos de la Comunidad, que puede llegar a multar con 750 euros a las personas que hurguen en la basura, en las calles de Madrid continúan pernoctando a la intemperie, sin casa, sin alimento y sin trabajo más de 650 personas, según daba a conocer el estudio de indigencia llevado a cabo por Caixa Forum a finales de 2008. Aunque cabe calcular que esta cifra sobrepasará el millar teniendo en cuenta las limitaciones del procedimiento y el número de sin techo que duermen en albergues y demás lugares recónditos.


Recuerdo que a finales del año pasado hablé con esta vagabunda sudafricana, Mina, que se encontraba soportando el frío en un banco de la calle Barceló que colinda con los Jardines Arquitecto Rivera, donde el sol llegaba con escasa fuerza. Mina, de 54 años, me contó que llevaba en la calle 32 años, de los cuales ocho los había pasado en Madrid. En todo ese tiempo, como relataba, había pasado por innumerables calamidades y sus ojos enfermizos la delataban. La búsqueda de refugios para luchar contra el clima y los inhumanos y la recolección de alimento por cualquier lugar formaban parte de su quehacer diario.

Imagino que, pese a esta nueva ordenanza, indagar en papeleras y contenedores para continuar sobreviviendo será el retrato que continuará proyectándose por parte de aquellos que, como Mina, necesitan llevarse algo a la boca.
Sin ir más lejos, a las 18.00 de la tarde de ayer, en el tramo que discurre de Nuevos Ministerios a Santiago Bernabéu en la línea 10 de metro, aún con pleno anticiclón en el que nos encontramos inmersos, se recostó frente a mí este indigente.

Puede que estuviera durmiendo una gran borrachera o puede que estuviese buscando la seguridad que no le reportan las calles de Madrid. Fuera lo que fuese choca ver esta imagen de aquellos que no tienen nada y necesitan un lugar donde dormir en una gran ciudad que destina grandes cuantías de dinero para albergar los Juegos Olímpicos de 2016. ¿Qué nota pondría el Comité Olímpico Internacional si en mayo se encontrase con este cuadro real que coexiste en la gran urbe?

16/3/09

Once calles con menú anticrisis

Ya sea pura estrategia comercial, me quito el sombrero. Once establecimientos de algunas de las Tabernas Bocatín que están emplazadas en la Comunidad de Madrid desarrollan una acción social pensando en los 387.545 parados que se han registrado en la capital en el último mes, según el INEM -de los 3.481.859 totales del país-. Todos aquellos que lo deseen podrán comer un menú gratis presentando su tarjeta de desempleo junto al DNI en estos locales.
El deleite tendrá lugar en los dos próximos miércoles, 18 y 25 de marzo, para aquellos que reúnan esta ingrata situación. El menú consta de dos bocatines, patatas y bebida pequeña. No está nada mal.




Además, hay que elogiar que esta operación se está llevando a cabo en toda España. Pero como este blog sólo abarca los puntos madrileños, destaco la relación de los establecimientos de la región:

• C.C. La Garena, en Alcalá de Henares
• C/ Arcipreste de Hita, 14
• C.C. Espacio, en Torrelodones
• C.C. El Deleite, en Aranjuez
• C.C. Plaza Norte 2, en San Sebastián de los Reyes
• C.C Islazul, en Carabanchel
• C.C. Planetocio, en Villalba
• C.C. Equinocio, en Majadahonda
• C.C. Plenilunio
• C.C. Cuadernillos Alcalá de Henares
• C.C. Madrid II La Vaguada

9/3/09

Calle de Cadarso: Paz y lucha en los aledaños del Templo Debod

El Templo de Debod fue una ofrenda que Egipto hizo a España en 1968 en agradecimiento a la defensa de los templos de Abu Simbel. La construcción, que tenía 2200 años de antigüedad, viajó hasta el puerto de Alejandría, y de allí llegó a Valencia el 18 de junio de 1970. Posteriormente se transportó a Madrid para iniciar su reconstrucción, trabajo tedioso que duró dos años. Finalmente el Templo de Debod, tal y como hoy en día lo conocemos, fue inaugurado el 18 de Julio de 1972.

En días soleados como los del pasado domingo, junto a aquellos que reposan y disfrutan de la paz y las vistas que ofrece la montaña del Príncipe Pío, sobre la que descansa la belleza del Templo Debod, también conviven personas que, paralelamente, buscan la forma de llevarse el pan a la boca. Es el caso de un camerunés que hace de "gorrilla" en los aparcamientos que bordean la montaña de Debod.





Vino engañado a España anhelando esa "vida mejor", como muchos otros inmigrantes africanos. En los cuatro años que lleva en España, ha topado con gente amable e individuos que le dicen cosas poco agradables. Por fortuna ningún altercado más grave, pero afirma que lo que más le duele son aquellas personas que no se dignan a darle las gracias o a saludarle después de indicarles un aparcamiento. "Ahí la ley no puede hacer nada; no es normal", señala el camerunés indignado.
Gana entre 10 y 15 euros al día. A la hora de recibir dinero afirma que hay "clases y clases. La mayoría del PP no te da 20 céntimos", como si lo llevaran escrito...