21/4/09

En una cárcel de Madrid

A finales del mes de marzo la Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias (Acaip) denunciaba en un informe que las cárceles en Madrid "siguen masificadas", superando el 150 por ciento de su capacidad. La capital tiene en estos momentos 9.584 reclusos en los distintos centros, según informa la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.

Hace relativamente poco tuve una charla, junto a una amiga, con una responsable de Instituciones Penitenciarias y nos comentó que quizás en España "tenemos un sistema que penaliza con la cárcel demasiadas cosas. En los países europeos se utilizan penas alternativas mucho más eficaces para determinados delitos. Lo normal es que la privación de libertad sea para gente peligrosa y hay una gran parte de población reclusa que no debería de estar en la cárcel a cambio de restituir a la sociedad el daño que ha hecho con una justicia retributiva más que una punitiva, que simplemente castiga".

Pero, ¿qué opinan los reclusos que llevan años en una cárcel madrileña?.
Tuve la suerte de conocer, junto a mi amiga, a un grupo de presos del centro penitenciario Madrid III, en Valdemoro, que cumplían penas de segundo y tercer grado. Amablemente, acostumbrados a narrar su experiencia en los medios de comunicación, ya que participan los jueves en el programa La Ventana de la Cadena Ser, nos contaron cómo es su día a día en este centro.


L. J., de 42 años de edad, con mujer y dos hijos de 7 y 5 años, está condenado a 40 años de pena, de la cual le quedan 18 por cumplir. J. L. afirma contundentemente "lo que sucede fuera, sucede aquí. Es como una pequeña comunidad".

La vida de un preso, como indican los internos de Valdemoro, empieza a las ocho de la mañana, hora en la que los funcionarios los despiertan para desayunar. A las nueve cierran la celda y posteriormente se dirigen al patio. Si hace frío se quedan en las salas comunes de lectura y televisión. La última comida del día se da sobre las siete y media, y luego tienen que permanecer encerrados en la celda. No obligan a dormir pero sí a estar recluso en ella.
Bajo el respeto de estos horarios y una serie de obligaciones, los presidiarios de segundo y tercer grado, a los que les queda poco tiempo para terminar su pena, pueden moverse con total "libertad" por el centro. Al parecer, los presos de primer grado se encuentran aislados en un módulo a parte.

Se producen pequeños robos, “de cosas menores, al haber módulos de tránsito”, como decía P. T. Estos son los que están abiertos y por los que pueden pasar los abogados y las visitas, por tanto, están al alcance de cualquier persona.

En cuanto a la violencia, son pequeñas peleas, nada importante. Pocas veces requiere la intervención de los funcionarios, los cuales “únicamente intervienen con armas u otros objetos en caso de motines o situaciones de riesgo”, afirma César, el educador social del centro.

Los penados (de 2º y 3º grado) disponen de cuenta corriente. En ella van guardando todos sus ahorros, ya sean ganados con trabajos en prisión o que sus familias se lo ingresen.
El dinero se mueve con una tarjeta que les facilita el Ministerio para pagar sus caprichos del economato, donde pueden comprar lo que haya, sin gastar más de 65 euros a la semana.
Según informan, esta tarjeta les ha dificultado más los intercambios entre ellos. "Con dinero puedes comprar todo -en la cárcel- menos la libertad. Es cuestión de sentarse a negociar. Eso sí, todo vale más que afuera", afirma E. P.


Son como una familia. Se tienen los unos a los otros. “Nos necesitamos y siempre hay que tener un amigo. Yo he estado conviviendo en un módulo con siete personas 34 meses y había tres que no cobraban, yo entre ellos. El dinero lo repartíamos entre todos, a nadie le faltaba de nada.”, relataba E. S.

Se mueve droga, hay violencia, racismo..., aunque en menor cantidad y proporcionalidad que en épocas anteriores. “Ha habido un cambio muy grande. Sí que hay, pero no como antes que por el pasillo podías encontrarla. Ahora, a veces, hay sequía, cosa que antes no ocurría”, comenta P. T.
Ante la pregunta de si creen que la cárcel es un método de reinserción, uno de ellos afirma: "Hay oportunidades, pero depende de cada uno. Si quieres, puedes. A mí me ha valido".

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